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Guerra al coronavirus salvaguardando la vida y los derechos de los trabajadores

El capitalismo es incapaz de resolver la pandemia sin traer más sufrimiento al pueblo trabajador

"Los Estados han abandonado la salud pública hasta convertirlo en un aparato deficiente en todos sus aspectos, sin partidas presupuestarias correspondientes y sin voluntad política de los gobiernos para asumirla como obligación constitucional" 

Carlos Alarcón 

Publicado: 2020-04-22

Escrito por: Carlos Alarcón, militante del Movimiento Socialista Emancipación*

Una vez más el capitalismo muestra su incapacidad para resolver los problemas de la humanidad, tal como no puede eliminar la pobreza, el calentamiento global y las guerras, porque es la máquina que las engendra a cada instante. La pandemia del coronavirus ya lleva más de dos millones de personas afectadas y más de 153 mil muertos en tan solo cuatro meses, porque los países capitalistas prefirieron salvaguardar sus ganancias antes que la vida de sus conciudadanos. Líderes burgueses no vacilaron en argumentar que había que sacrificar una cantidad indeterminada de personas, especialmente adultos mayores, para salvar el sistema capitalista, resaltando su naturaleza genocida como lo hicieron en las dos guerras mundiales del siglo pasado y en el sin números de agresiones armadas a pueblos indefensos a los que desea someter.

Estados Unidos, salvador del mundo en el cine norteamericano de catástrofes globales, ha mostrado su verdadera careta de ogro imperialista; en plena lucha contra el coronavirus ordena el cerco militar marítimo a Venezuela y retira su aporte económico a la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando es mucho más necesario. No se trata únicamente de la psicopatía de su presidente, ya que detrás de estas decisiones están poderosas fuerzas económicas y políticas en su afán de mantener su predominancia en la tierra.

En el Perú el coronavirus llegó de Europa, cuando hacía estragos en este continente y ya se conocía la estrategia capitalista de dejar propagarse la pandemia, por lo que el gobierno después de vacilar decidió aplicar el aislamiento social. La falta de previsión de los recursos necesarios y el desconocimiento real de la problemática del pueblo peruano, la cuarentena no está dando los resultados esperados, con más de 13 mil afectados, es el segundo país en América Latina después de Brasil, y ya cuenta con 300 fallecidos. Como siempre, la culpa se está echando al pueblo por violar el distanciamiento social y se responde con medidas más autoritarias.

Sistemas sanitarios para lucrar con la salud y la vida de las personas

Todos los países capitalistas avanzados, sin excepción, han mostrado su orfandad para responder acertadamente a la pandemia. China fue el primero en sufrir el ataque del coronavirus e inmediatamente ordenaron el aislamiento social, llevándolo a cabo con disciplina, organización y con un gran despliegue de capacidad sanitaria, con recursos médicos y equipos hospitalarios que han sorprendido al mundo.

Esta estrategia fue duramente criticada por los voceros capitalistas como una muestra del totalitarismo comunista que agrede la sagrada libertad de comercio y las ganancias de la burguesía. Cuando el virus llegó, como tenía que llegar en este mundo globalizado, a Italia, España, Alemania, Francia, Estados Unidos y demás países capitalistas desarrollados, no hicieron otra cosa que defender los negocios del gran capital, dejando que el virus se propague sin importar la vida de muchos miles de personas; solamente cuando el virus estuvo implantado y extendido empezaron a aplicar el aislamiento social tardíamente. Las cifras hablan por sí solas: 32,230 muertos en Estados Unidos, 22,745 en Italia, 20,102 en España, 16,681 en Francia y 14,576 en Reino Unidos, los que seguirán creciendo en los siguientes días.

Para afrontar esta pandemia, y las que posiblemente vendrán después, el aislamiento social no basta para contenerlas. También se necesita estar preparados con un sistema sanitario que responda a las necesidades de la salud de todos los pobladores, dotados de personal médico calificado, de equipos técnicos, materiales, infraestructura y de conocimientos científicos.

Una pandemia de este tipo ya fue prevista con anterioridad, pero el mundo capitalista no podía estar preparado pese a estas advertencias, porque el capitalismo convirtió la salud pública en un negocio lucrativo. La burguesía nunca tuvo interés por la salud pública; cuando constató que las enfermedades y epidemias afectaban sus ganancias es que legalizó las sociedades de ayuda mutua de los trabajadores y cuando vieron que estas se convirtieron en apoyo de los sindicatos, el gobierno alemán de Bismarck en los años 80 del XIX decidió apropiarse de sus fondos para ser administrado por el Estado estableciendo el primer seguro de salud en el mundo.

En 1917 la Revolución Bolchevique proclamó a la salud como derecho universal de toda persona, organizando un sistema de salud público gratuito que fue considerado como el mejor del mundo hasta antes de la crisis de la Unión Soviética en los años 80, obligando a los países capitalistas a tener uno parecido. Hasta ese entonces la salud pública era un deber ineludible de todos los Estados; pero, luego de la caída de la Unión Soviética, la burguesía libre de la presión socialista despliega el liberalismo económico convirtiendo a la salud pública en un lucrativo negocio privado.

A partir de entonces, años 90 del siglo pasado, los Estados han abandonado la salud pública hasta convertirlo en un aparato deficiente en todos sus aspectos, sin partidas presupuestarias correspondientes y sin voluntad política de los gobiernos para asumirla como obligación constitucional. Con el desprestigio de los servicios de salud que brinda el Estado, se busca favorecer los negocios privados de salud, publicitando que en ellos se puede encontrar atención rápida y oportuna, equipos y medicinas de última generación, etc. Con esta imagen artificial, los servicios de salud privados son muy caros quedado muy lejos de los bolsillos populares, incluso de los sectores medios; de allí que estos sectores sociales se sientan pobres al no poder acceder a estos servicios, sino a costa de un endeudamiento cada vez mayor. Este es uno de los problemas principales que motivaron las manifestaciones multitudinarias en Chile exigiendo una nueva constitución.

Este sistema sanitario al servicio del gran capital privado ha determinado que ningún Estado capitalista esté preparado para responder a esta crisis epidémica. La infraestructura hospitalaria está colapsada sin espacios, ni camas para dar cabida a todos los infectados; no hay suficientes pruebas rápidas y moleculares para detectar a tiempo a las personas infectadas para aislarla; tampoco medicinas y respiradores para curar los enfermos; igualmente se carece de mascarillas, mandiles y demás elementos protectores para el personal que los atienda, etc., etc.

Para enero del presente año, ya en plena crisis mundial por el COVID 19 se visualizaba la situación crítica en la que nos íbamos a situar como país, ya que existían más clínicas (63.18%) que centros de atención en salud públicos (36.82%) a nivel nacional; y a pesar de su limitada cobertura de este último sector, son quienes tienen la responsabilidad de cubrir a más del 93% de la población en el país a través del aseguramiento universal en sus distintas modalidades. La proliferación del servicio de atención privado se ha dado a costa del deterioro consciente del servicio público en favor de ocho grandes capitales que controlan el mercado. La gran mayoría de los centros de salud públicos son en su capacidad de atención de nivel básico (nivel 1), y más de la mitad de estos centros de atención, no cuenta con médico alguno. En general un estado de hacinamiento crítico, con infraestructura inadecuada, falta de insumos, equipos médicos, y personal sanitario en todo nivel. Si a ello le súmanos la situación laboral del personal sanitario, el escenario adverso se torna mucho más complejo y crítico.

Los Estados han abandonado la salud pública hasta convertirlo en un aparato deficiente en todos sus aspectos, sin partidas presupuestarias correspondientes y sin voluntad política de los gobiernos para asumirla como obligación constitucional

Estados capitalistas ineptos para afrontar los problemas sociales derivados de la epidemia

De esta manera muchos portadores del virus quedan sin detectar, y los que son detectados no pueden ser hospitalizados y se quedan en casa, los cuales siguen esparciendo el virus sin control. Es bochornosa la noticia peruana que daba cuenta que en una vivienda residen 9 personas, de las cuales 4 están infectados por el coronavirus, pero se quedan en casa, supuestamente para que cinco sanos los cuiden, cuando con toda seguridad es que serán contagiados, y luego al resto de vecinos, porque no existe un acompañamiento adecuado.

Los gobiernos ignoran que en el siglo XXI la mayoría de la población popular vive del auto empleo y del micro negocio. Más del 90% de las empresas en Europa y el 95% en el Perú son micro empresas y en ellas la gran mayoría son de trabajadores que se auto emplean. Todos viven de sus trabajos diarios y al dejar de trabajar por las cuarentenas significan que no tendrán ingresos para vivir y para muchos será, incluso, la quiebra del negocio. Además, la mayoría de trabajadores asalariados están en estas empresas sin contrato laboral, con ley o sin ley de “suspensión perfecta de labores”, no tienen salarios en el periodo de aislamiento social, si es que todavía no están despedidos.

Todos estos sectores sociales son generados y reproducidos por el sistema capitalista y, por las mismas razones, los Estados capitalistas no está en condiciones de atender estas situaciones sociales. Los programas que se han lanzado para resolver estos problemas lo hacen sin tener la menor idea del problema que tienen entre sus manos. En el Perú ya van lanzados hasta tres programas de ayuda subsidiada monetaria y de víveres; pero, por su propio diseño y por la formas como son administrados, en gran parte están provocando confusión y angustias, sin constituir una real solución a la falta de ingresos por la cuarentena; más aún pueden dar ocasión a actos de corrupción, como las ya denunciadas, que se están mezclando donaciones de víveres con los programas que otorga el gobierno a través de las municipalidades, o como también las denuncias en Colombia en que aparecen beneficiarios de los bonos de solidaridad otorgadas a personas inexistentes.

Estos bonos de dinero y los paquetes de víveres no cubren más que a una pequeña parte de la población necesitada. El asunto se trata como un simple problema asistencial copiado de los programas de lucha contra la extrema pobreza y en base a estadísticas desfazadas y que corresponden a otros objetivos. El criterio principal es el de extrema pobreza y ¿cómo se determina que poblador está en extrema pobreza? Primero se fijan si el distrito o pueblo de residencia tiene agua, luz, teléfono, internet y de acuerdo a alguna carencia dicen si es pobre o pobre extremo y luego pasarán a examinar la vivienda del poblador, si es de material noble o no, si su casita está en la punta del cerro pero de ladrillos ya no será pobre, o si al interior tiene una cocina a gas, una planta eléctrica o un televisor, ya no será pobre, aunque no tenga dinero para comer y pagar la luz.

No comprenden que con la cuarentena la pobreza y extrema pobreza se ha multiplicado y se prolongará por mucho tiempo después que sea levantada y de nada sirven sus viejos criterios para determinar quién tiene derecho al bono. Se sabe que del primer reparto aún la mayoría no ha podido cobrarlos por no tener acceso a internet ni a ninguna cuenta bancaria. Por eso ya han empezado los primeros brotes de disconformidad y seguirán incrementándose espontáneamente, rompimiento las reglas del aislamiento social. Más de mil ciudadanos de Huancavelica parten en masa a su tierra natal, porque ya se agotó sus medios de sobrevivencia en Lima; igualmente pobladores de un barrio del Callao se enfrentaron con los distribuidos municipales de víveres; los cacerolazos de protesta de los trabajadores contra la llamada “suspensión perfecta de labores, son ejemplos de esta disconformidad.

En el mundo también aparecen los primeros brotes de disconformidad como la protesta de pequeños y medianos productores de Michigan en Estados Unidos, pidiendo el levantamiento de la cuarentena; en Bogotá y Medellín (Colombia) también se han registrado cacerolazos y bloqueos de calles porque no les llega el apoyo ofrecido por el gobierno; en Polonia grupos de mujeres rompieron la cuarentena para protestar porque se quiere modificar la ley del aborto aprovechando el aislamiento social.

La solidaridad capitalista no existe

La pandemia del coronavirus viene desenmascarando la naturaleza egoísta-individualista del capitalismo. Alemania y Holanda impidieron que La Unión Europea apoye a Italia y a España al comienzo de la pandemia en Europa. Alemania y Francia se negaron a venderle material médico a Italia y España. La Unión Europea se negó a aprobar un fondo de ayuda a los países afectados por la pandemia y sólo aprobaron un fondo de 500 millones de euros para prestarlos con intereses. En los momentos más necesarios de la lucha contra el coronavirus Estados Unidos, como comentamos al principio, retira su aporte económico a la OMS, y no ha brindado, hasta la fecha, alguna ayuda a los países latinoamericanos, incluso a aquellos que lo han acompañado fielmente en sus ataque y bloqueos contra Venezuela y Cuba y han apoyado las sanciones económicas a Rusia y a China, y que ahora se han visto obligados a pedirles ayuda, quienes han respondido de inmediato.

La solidaridad capitalista no existe, se aprovecha la pandemia para tener sobre ganancias elevando irracionalmente los materiales y medicinas, como la queja del gobernador de New York, quien se quejaba de la pugna entre los mismos Estados que componen Estados Unidos y el propio Estado Federal por mascarillas y respiradores elevando los precios de estos materiales para combatir el coronavirus. De la misma manera, funcionarios franceses denunciaron que un cargamento en aduana listo para salir a Francia fue desviado a Estados Unidos porque pagaron tres veces más de su precio; a su vez, Francia requisó cuatro millones de mascarillas, distribuidas por una empresa sueca, que travesaba suelo francés camino a Italia y España, sólo después de los reclamos diplomáticos, el gobierno francés decidió entregar un millón a Italia y España y quedarse con dos millones restantes; un cargamento de mascarillas y respiradores destinados a Brasil fueron retenidos en Miami, igualmente Brasil retuvo, a su turno, otro cargamento destinado al Perú; en un aeropuerto de Kenia desaparecieron misteriosamente 6 millones de mascarillas dirigidas a Alemania; Estados Unidos fue acusado de incautar 200 mil mascarillas destinadas a Berlín después de confiscarlas en Tailandia, y hay muchos más casos de este tipo que se asemejan a los actos de piratería del siglo XVI.

Como vemos esta no es una lucha entre países contrarios o competidores, es una lucha entre países aliados y entre Estados conformantes de un Estado Federal donde las reglas y tratados internacionales se van dejando de lado, en un sálvese quien pueda.

Pero el capitalismo no escarmienta. Frente a los llamamientos de la OMS y China para un trabajo conjunto y solidario por encontrar el fármaco y la vacuna contra el coronavirus, varias empresas de países diferentes están en una carrera de competencia por quien logra primero la vacuna o la medicina para el virus; razón es una sola, los billones de dólares que piensan obtener cuando lo negocien imponiendo precios de monopolio. Estos actos irresponsables e inhumanos no pueden permitirse, hay que mostrarlos y hacerlos conocer al mundo para comprender los limites del capital en la seguridad y protección de la vida humana de todo el mundo.

El capital busca que los trabajadores sean los que carguen el peso de la crisis

Esta crisis sanitaria apunta a desembocar en una crisis económica y política sin precedentes con la agudización de las contradicciones de clase, cuyos desenlaces son impredecibles. Por eso, todos los gobiernos tienen planes para mitigar el descontento social como los que hemos comentado; pero al mismo tiempo no dejan de dar el principal apoyo a las grandes empresas. Así en Estados Unidos los fondos destinados a los sectores populares suman unos dos mil millones de dólares, pero para el gran capital se ha destinado cuatro mil millones.

En el Perú el gobierno ha anunciado que prepara un plan de reactivación que estaría por los 25 mil millones de dólares, que según la tradición burguesa el estímulo irá a parar a la gran empresa, el que, con toda seguridad, ira acompañado de medidas legislativas de recorte de los derechos de los trabajadores que algunas ya han sido anunciadas en el Plan Nacional de Competitividad y Productividad, y en cuya orientación está la “suspensión perfecta” de labores, que le permite a los grandes empresarios desentenderse de sus trabajadores, negándoles el acceso al principal derecho económico que les corresponde, su salario; sustento de su vida y el de sus familias.

El capitalismo no va escatimar en preservar sus intereses a toda costa, los trabajadores en el Perú y en el mundo deben ser conscientes que antes que su vida y su integridad, para el gran capital están sus negocios, y sus empresas. Buscarán incrementar sus sobre ganancias en la comercialización de insumos de abastecimiento frente a la pandemia, y los actos de corrupción con el Estado, también serán parte de esta putrefacción, al anteponer el interés y el lucro individual frente a la vida humana y la integridad de todas las familias en nuestro país.

*Moción aprobada en plenario del movimiento.


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EMANCIPACIÓN

Somos una organización política marxista y socialista que apuesta por la superación de toda forma de dominación.


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