#ElPerúQueQueremos

paro nacional del año 2013

Ni gobierno ni oposición, solo habrá solución verdadera a la crisis política si interviene el pueblo

Desde Emancipación nos pronunciamos

Publicado: 2017-12-15


1. Los dueños del Perú se pelean entre ellos, ya no pueden ocultarse. La crisis política es su crisis: la crisis del neoliberalismo peruano

La situación que hoy vive el país no es producto de una gran polarización social ni de una crisis económica. Lo que tenemos al frente, aunque parezca paradójico, es expresión del exceso de poder que han venido concentrando los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, legales e ilegales, que dominan el Perú de forma ininterrumpida ya por veintiocho años. Hay que entender bien en qué momento estamos.

El modelo económico-político que instauraron, el neoliberalismo, ha primado de forma indiscutida en las tres décadas que han pasado. Políticamente, lo han alimentado y reproducido tanto sus fundadores, el fujimorismo, como el aprismo, los partidos de centro y derecha tradicionales y el humalismo, que traicionó al pueblo para sumarse a ellos.

Ese modelo ha consistido en transformar las instituciones públicas a la medida de los intereses del gran empresariado, coparlas de operarios suyos, a través de técnicos provenientes de sus filas, y trasladar la competencia capitalista a las altas esferas de poder, en función de redes personales y de influencias diversas.

Han hecho que el manejo público gire alrededor suyo concesionando todo, convirtiendo la función social del Estado en negocio privado, reduciendo el Estado de derecho a la protección de sus inversiones, desregulando todo lo que querían desregulado. Son cuarenta y dos grupos empresariales los que dominan nuestra economía mediante cerrados oligopolios. Como las viejas oligarquías ya conocidas, se sienten dueños del Perú.

La primera fase de este neoliberalismo la vivimos en los noventas, con el remate del Estado, el cambio constitucional, el desmantelamiento de los derechos laborales y la represión del movimiento social, mediante una dictadura. La crisis de los ochentas y el terror, fueron el telón de fondo perfecto. Ese golpe político, esa suerte de revolución de los ricos, se instaló con solidez de piedra y se ha mantenido aún con la apertura democrática del año 2000.

Con redes de corrupción eficientemente tejidas en la sombra, el control de la opinión pública y la apatía de nuestro pueblo hacia la política, se dedicaron a administrar su poder y a ajustar, de cuando en cuando, cambiando normas, firmando tratados de libre comercio, reprimiendo cualquier impedimento a la inversión, aquello que habían construido y que seguían construyendo. Mientras tanto, los precios de los metales estaban en alza y había más dinero que nunca. Fue su segunda fase: el gran festín, la gran orgía de millones. Con Baguazos y una centena de muertos por gobierno, alimentada por la esclavitud de facto de nuestra gente y nuestras doce o catorce horas diarias de trabajo, su riqueza crecía como la espuma.

En los últimos años, más gordos que antes, más soberbios, entraron en una fase nueva. Con la desaceleración económica a cuestas y con un gobierno traidor, como el de Ollanta Humala, quisieron radicalizar su dominio y ampliar la tajada de la torta que se llevaban consigo. Avanzaron desde el 2014, año en que se estancó el crecimiento, hasta el 2016. Los llamaban “paquetes de reactivación”. Todas sus normas pasaron, solo frenamos la “Ley Pulpín”, que quitaba derechos a los trabajadores jóvenes.

Pero venían las elecciones. Para asegurarse de seguir con sus reformas, no tuvieron ningún descaro en aprovechar los recursos de siempre (pago a campañas políticas, control mediático, etc.) y su control mafioso de las instituciones, para sacar adelante un proceso electoral con un candidato preso y dos que fueron retirados en medio de la contienda. El resultado: dos grupos de derecha en la segunda vuelta. Con una media sonrisa y colorados de la risa, brindaron por el futuro del Perú, en el club el Golf o en el Regatas.

Así entramos a su cuarta fase, donde ya no sonríen tanto. Dos cosas caracterizan a este momento con facilidad. Primero: por fin, después de décadas, se les ve la cara. Ya no tienen que manipular en la sombra a nadie. Uno de sus lobistas ocultos, un empresario como ellos, se sienta ahora en el sillón presidencial. No llegó porque convenciera a la gente, lo sabemos, sino porque sus adversarios de turno, el fujimorismo, ofrecían mayores reparos al electorado. Pero ahí está (por ahora).

Y la mentira de jugar a oficialismo y oposición, así como el natural deseo de copamiento político de sus grupos, los ha tentado, seguros de su poder, a atacarse entre sí. Este es el segundo aspecto que hay que notar: habiendo anulado casi toda oposición real, la disputa política es ahora por cuotas de poder en la cúpula. El movimiento social está dormido. No hay ningún Ollanta Humala con polo rojo que los asuste. Es la pelea entre los dominantes.

Aquí es donde aparecen los destapes del caso Lava Jato, que estalla en Brasil y donde la información que sale a la luz ellos no tienen capacidad de controlar. Los pagos de Odebrecht a funcionarios públicos peruanos y su alianza con grupos empresariales locales, no es más que la punta de una enorme montaña, de una enorme edificación levantada por ellos mismos, por los parásitos que viven del Perú.

2. La podredumbre política de hoy no es un asunto moral, es el funcionamiento normal del poder en el Perú

Los defensores acérrimos del libre mercado argumentaban que con las reformas que se instalaron en los noventa se acabaría el mercantilismo, que los empresarios ya no harían negocios con el apoyo del Estado. Bien, no solo se equivocaron, sino que mentían de forma deliberada, con el descaro propio de gente como De Soto, Boloña o los columnistas vendedores de humo del diario Gestión.

El neoliberalismo no es otra cosa que lo que estamos viendo. Es el secuestro de la democracia, es la captura del Estado por un puñado de empresas corruptas que saquearán el país mientras puedan y a costa de todo, de la educación, la salud, del trabajo de calidad, en fin, a costa de nuestra vida y de nuestro futuro.

La podredumbre del neoliberalismo no puede ocultarse ya, por más RPP, por más Grupo el Comercio, que nos quieran desviar la atención. La corrupción que vemos no es un asunto moral. Es una práctica sistemática, propia del manejo del Perú en las últimas décadas. Son las reglas de juego que han puesto. Así funciona el Perú de las noticias del día, esculpido por ellos.

Los hechos hablan solos. Alberto Fujimori está en la cárcel, con más de una sentencia encima, siendo una de ellas por corrupción, tras declararse él mismo culpable (caso prensa chicha). Alejandro Toledo se encuentra prófugo, con una orden de prisión preventiva por recibir dinero de Odebrecht para favorecerla en la licitación para la construcción de la carretera Interoceánica. Alan García, aun libre de orden de arresto, tiene en su contra innumerables pruebas que lo vinculan con los negocios de esta empresa brasilera, entre otros casos de corrupción, y varios funcionarios suyos ya están en prisión. Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, purgan prisión preventiva por razones similares. Keiko Fujimori, de acuerdo a declaraciones de Marcelo Odebrecht, recibió dinero para financiar su campaña y los locales partidarios de Fuerza Popular ya han comenzado a ser allanados por el Ministerio Público. Pedro Pablo Kuckzysnki, ex ministro de Toledo, también habría recibido dinero de esta empresa, a través de consultorías ficticias. Cuatro grandes empresarios peruanos, consorciados con la empresa brasilera, también se encuentran presos. ¿No es acaso suficiente evidencia de su fracaso?

Entonces, cabe preguntarnos, cuando se plantea la vacancia presidencial por incapacidad moral. ¿Quién tiene capacidad moral para plantear esa vacancia? ¿El fujimorismo? ¿El APRA? ¿El empresariado? ¿Los medios de comunicación? ¿Las fuerzas políticas que jugaron en los términos de los dominantes, so pretexto de pragmatismo, como aquellos grupos que haciéndose llamar de izquierda recibieron el mismo dinero sucio? No solo vemos un desfile de corruptos, sino el gran show de la hipocresía. No nos dejemos sorprender.

3. No habrá resolución verdadera a la crisis si no interviene el pueblo

El festín empresarial ha quedado en evidencia. Lo controlaron todo por décadas. Hicieron lo que quisieron. Saquearon, robaron, mataron. Sus bolsillos se rebalsaron con nuestros recursos naturales, nuestro trabajo y nuestros tributos. Se aprovecharon de nuestra apatía política, de nuestra poca organización, de nuestras divisiones absurdas, de nuestro extravío ideológico.

Unos creímos que siendo emprendedores bastaba, que la política no tenía importancia, “que robe pero que haga obra”. Otros creímos que había que defender instituciones abstractas de manual contra el fujimorismo autoritario y no vimos que esas instituciones y ese fujimorismo respondían a un manejo real del poder que no pudimos señalar. No había pues, derecha buena y derecha mala. ¿Ya nos queda claro?

Hubimos quienes pensamos que nuestros análisis brillantes se traducirían automáticamente en acción y nos quedamos en la denuncia, sin dejar nuestro sillón y nuestras inflamadas redes sociales. Y también estuvimos quienes creímos que las consignas laborales, educativas, de género, ecologistas, indígenas, por sí solas, aisladamente, como si viviéramos en islas, prosperarían.

No vimos que el enemigo es común, que la defensa de la democracia supone que primero la terminemos de conquistar. No vimos que había que recuperar el Perú de esa oligarquía empresarial, autoritaria y corrupta que la tiene capturada, que mientras no lo hagamos seguiremos estando en sus manos, sin derechos y sin futuro.

Hoy esos enemigos están ahí, visibles, sacándose los ojos entre sí. Pero es cuestión de tiempo para que se den cuenta que se ponen en demasiado riesgo. Las voces del empresariado ya nos dan la pista: un llamado a la calma, que se busque un acuerdo político, basta de “cuerdas separadas”. Ya vimos también al fujimorismo aprovechando para controlar el Tribunal Constitucional, sin mayor protesta de los medios de comunicación ni de los empresarios. Con vacancia o sin vacancia presidencial, pues, no debemos permitir un acuerdo nuevo entre los mismos.

Defender la estabilidad, la gobernabilidad, es en este momento una consigna conservadora. No hay en ciernes un golpe fujimorista en cuya contra debemos alinearnos, defendiendo al Presidente. Hay un país que ha sido tomado por asalto por grupos de poder que tienen tanto al Ejecutivo como al Legislativo en sus manos; un país que puede librarse si actúa de forma decidida, desde abajo, desde donde radica la única autoridad moral posible.

La única forma en que esta crisis sea una oportunidad es que el pueblo intervenga. Debemos salir a la calle como una tercera fuerza que rompa de una vez ese perverso equilibrio entre los operadores de las mismas mafias. Su modelo económico-político fracasa, muestra su natural hediondez desde adentro. Pero no morirá por muerte natural. Es necesario mostrar que necesitamos un pacto social nuevo, que pasa por la recuperación radical del Estado y del país por parte del pueblo trabajador.

Por ello, es necesario que nos organicemos y salgamos a la calle con una agenda clara:

1. nuevas elecciones generales, presidenciales y congresales;

2. inicio de un proceso constituyente; y

3. procesamiento judicial inmediato y prisión preventiva a todas las autoridades, empresarios y políticos vinculados con actos de corrupción.

Esta plataforma solo podremos sacarla adelante con la fuerza de la organización y de la lucha social y política impulsada desde las bases. Todos los sectores organizados, todos los peruanos y peruanas, todas las fuerzas políticas que están del lado del pueblo trabajador, debemos unirnos en una medida de lucha contundente.

Es urgente convocar a un paro nacional indefinido que le dé protagonismo al pueblo en la resolución de la crisis política. Es hora de librarnos del cáncer del neoliberalismo. Es hora de expulsar de nuestro Estado, como debimos hacerlo hace mucho, a quienes viven de nuestro trabajo y saquean nuestra patria. Este es el momento. Es hora de dejar la pasividad y ser protagonistas en la transformación de nuestro país.

¡Que se vayan todos los que saquean nuestro país y viven de nuestro trabajo!

¡Por elecciones presidenciales y congresales inmediatas!

¡Por una nueva Constitución política!

¡Procesamiento y prisión preventiva a autoridades, políticos y empresarios acusados por corrupción!

¡Hacia un paro nacional indefinido!

Lima, 15 de diciembre del año 2017.

Emancipación.


Escrito por

EMANCIPACIÓN

Somos una organización política marxista y socialista que apuesta por la superación de toda forma de dominación.


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